Escribe: Juan Luján Caputo

En las numerosas historias de vida, recuperadas en los últimos veinte años, el hilo conductor de muchas de ellas atravesaba el tiempo de la infancia, que las unía en las carencias, y en el trabajo compartido con el estudio. Eso siempre y cuando no hubiera cosechas que levantar, porque entonces todos los brazos de la familia eran convocados a la faena, incluso el de los chicos que debían sumarse a la caravana que rumbeaba hacia las chacras.

Eso en la ciudad. En el campo las posibilidades de estudio de los infantes estaban mucho más acotadas; porque además de la cosecha estaban los animales que cuidar, los corrales para boyerear, la huerta y muchas otras faenas propias de la rutina rural.

Porque estamos hablando de muchos años atrás, de cuando el país se hacía “agachando el lomo” con mucho trabajo y perseverancia, sin la tecnología que tenemos hoy y mucho menos sin las ocasiones que tanto a la industria como al campo se le ofrecen hoy.

Obviamente con todas estas ventajas, que no tuvo aquella generación, más los adelantos logrados en el campo de la educación, podría suponerse que los chicos de hoy no tendrían que atravesar las dificultades que tuvieron sus antecesores, que para poder llegar al colegio debían recurrir al caballo, montando en ancas cuando eran más de uno, al sulky o directamente a la caminata, recorriendo a pié en mañanas frías o en tardes calurosas, las leguas que los separaban del colegio.

Sin embargo pareciera no ser así, y para demostrarlo los padres y chicos de La Limpia, que todavía no tienen transporte escolar, algo impensado en cualquier ciudad moderna y máxime con administraciones que se dicen “progresistas”, han debido recurrir a esta “tomada de pelo”, tal como se aprecia en la nota gráfica, utilizando este medio antiguo que –aseguran- bien podría ser una realidad a corto plazo. Al menos, el caballo es seguro y el carro que conduce don Guevara, a pesar de su incomodidad, podría transformarse en un futuro medio de transporte. ¿Qué tal?.